Olga
Molina
Trabajo
del 2011
Freud decide concluir el
análisis del Hombre de los lobos forzando
la apatía del sujeto considerándolo un caso de auto inhibición en la cura que
corría el riesgo de fracasar. El límite de tiempo impuesto, reflexiona Freud,
favoreció el quiebre de la resistencia permitiendo al sujeto recobrar recuerdos
infantiles y hallar los nexos necesarios para abordar sus síntomas tempranos.
No obstante los síntomas en el cuerpo que aquejaron al sujeto posteriormente
obligaron a la continuación del tratamiento.
En la epicrisis del caso
Freud los considera una consecuencia de la repetición de fragmentos de la historia
infantil no tramitada en el análisis. Había ya observado en sus primeros
historiales la presencia de restos sintomáticos que persistían al final de la
cura, y sostuvo la idea de traducir por la interpretación lo traducible de lo
reprimido, menos lo reprimido primordial que quedó para la historia del
psicoanálisis como la traducción imposible que nombró como la roca viva de la
castración.
Lacan retoma la
investigación freudiana respecto de aquellos restos que persisten en el síntoma
una vez interpretado. Su interés estaba orientado al estatuto de la repetición
al final de un análisis y el destino de esos restos después del desciframiento
de la verdad del síntoma.
Aborda la repetición en
el discurso mismo y en la insistencia del goce, a nivel del texto, para
considerar cómo un sujeto construye en el análisis la historia de la
constitución lógica de sus fantasmas, en tanto que el síntoma escribe las
marcas dibujadas por la pulsión en el cuerpo del parlêtre.
Considerándolo desde la
pulsión el fantasma es una construcción imaginaria de la pulsión, mientras que
el síntoma es una producción real de la pulsión. El abordaje de la clínica
por lo real introduce el tercer término, la cara real del síntoma, lo que del
síntoma queda fuera de sentido.
Desde esta perspectiva
los restos sintomáticos a los que se refiere Freud son abordados por Lacan como
algo diferente a la repetición, porque piensa el fin de análisis desde la
perspectiva del atravesamiento del fantasma, sitúa entonces dichos restos desde
lo que queda del goce cuando ya se ha atravesado la densidad del sentido-gozado
sostenido por el fantasma.
Se trata de distinguir
el síntoma como real porque como tal resiste los efectos de verdad y la
traducción por el sentido, que fue la vía seguida por Freud.
Habiendo trabajado
intensamente en su primera enseñanza la relación a la palabra y guiado por la
pregunta respecto de la particular insistencia del síntoma, Lacan se inclina a
repensarlo incorporando la función del escrito que le permite ir más allá de la
palabra. Se orienta entonces al concepto de campo del lenguaje, con
el que aborda la persistencia del síntoma como fijación, concepto freudiano,
que nos orienta porque el goce no aparece ligado a la ley del deseo, no está
tomado en una dialéctica sino que corresponde a un traumatismo, es objeto de
una fijación.
Allí sitúa el
acontecimiento del cuerpo en tanto reminiscencia de la experiencia del goce
autoerótico que signó al sujeto en su singularidad.
El viraje que se produce
al introducir la función del escrito produce cambios a nivel de la clínica porque
Lacan retoma en su lectura del primer Freud el concepto de rasgo unario y
extrae sus consecuencias para construir el concepto del Uno, diferenciándolo
del uno de la repetición significante, del S1 que convoca al sentido-gozado.
Nuestra referencia se
orienta ahora a la elaboración que realiza Lacan, ya en su última enseñanza, cuando
encuentra que las relaciones de sentido de las que se alimenta la repetición
encuentran un obstáculo en el ausentido de una relación que no puede escribirse
y se presenta con un “No Hay”, precedido por una afirmación “Hay de lo Uno”.
La conjunción del Uno y
el goce encuentra su origen en la fixierung freudiana, es decir la pulsión
detenida en un punto, punto de fijación que denota que hay uno del goce. La
raíz del síntoma es la reiteración de la primacía del Uno, Uno que no entra en
la serie y no pide sentido a ningún saber.
La reiteración del Hay de lo Uno denota no hay dos, correlato
inmediato de No hay relación sexual.
La iteración del síntoma implica un acontecimiento singular con valor de
traumatismo.
Podemos construir
nuestro fantasma, hystorizar nuestra historia después de haberla histerizado,
es decir referirla a las huellas de los efectos de goce de la pulsión en el
cuerpo, pero llegados a ese punto encontramos que la memoria como construcción
de la historia de un sujeto, se opone a la invención, porque la invención no se
construye con el recuerdo.
Allí la invención del
sinthome abre a un modo de escribir una relación inédita con la historia, se
trata de inventarse un nuevo uso del síntoma. Ese nuevo uso del síntoma que es
el sinthome es una forma de captar algo de lo real más allá del sentido, real
que escapa a los recuerdos.
Es una salida que abre
un nuevo espacio para el parlêtre, que por estar advertido de su goce construye
una nueva relación al tiempo. Hay allí una inversión de la función temporal porque en la iteración
no hay la temporalidad del pasado, es la temporalidad de la escritura del Hay
Uno, solidaria del saber hacer cada vez.
El concepto de “iteración”
señala una esencial diferencia respecto de la repetición, porque sitúa el punto
de fijación al que permanece adherida la pulsión en la conjunción del Uno y el goce. Es el
punto singular por el que el parlêtre puede reconocer su lugar en la escena
particular de goce que lo determina, y puede llegar a constatar en el
testimonio del pase.
La posición del analista
y el valor de la escucha de la iteración en el discurso del analizante abren el
sendero que conduce al fin de análisis y a la constatación de la fijación de
goce, producida por el choque traumático del lenguaje sobre el cuerpo.
Me pareció excelente el trabajo de Olga. Quiero pedirle si puede ampliar como piensa "la temporalidad de la escritura del Hay Uno"
ResponderEliminarCarlos.
En breve su respuesta. saludos
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